viernes, 9 de septiembre de 2011

La verdadera historia de Gargamel.


Una vez existió en un bosque un hombre lleno de avaricia,
su nombre era Gargamel, y el oro su mayor codicia.
Para lograr su objetivo de hechicería se bastaba,
sin embargo capturar pitufos era lo que más necesitaba.
Los pequeños resultaron una maldición,
ya que de su vida se volvieron obsesión.
Miles de planes tramó con su gato Azrael,
pero las azules criaturas eran demasiado para él.
Un día aciago a su gato dijo: “Ya estoy cansado.
Muchas molestias esos azulados me han causado”.
“Me iré a probar suerte a otra tierra afortunada,
para dejar atrás esta vida cochina y malhumorada”.
Así es como Gargamel dejó al gato con su vecina,
y sin perder tiempo partió hacía la Argentina.
En la aduana un inconveniente tuvo que pasar,
ya que le dijeron: “¡Gargamel no te puedes llamar!”.
“Como Lázaro Jaime Zilberman me pueden anotar,
y en la hermosa Villa Crespo me podré instalar”.
Allí paso algunos años, de Atlanta se hizo hincha,
también de San Lorenzo, porque le daba mucha dicha.
Hasta que un día en la cancha conoció a un periodista,
el cual le llamo la atención y se acerco para una entrevista.
“¿Quién eres tu, canoso de anciano tufo?
Me recuerdas al maldito de Papá Pitufo”.
“No se de que me hablas” dijo el periodista con extrañez,
“Mi nombre es Enrique Macaya Márquez”.
Agregó el periodista: “Me agradan tus comentarios, parecen divertidos,
necesito un relator que me acompañe en los partidos”.
“De relatar yo no se nada”, replicó Gargamel a su vez,
“No puedo diferenciar a nadie, porque a todos veo con azulada tez”.
“De eso no te preocupes, nadie lo notará,
porque mi programa es el único en pasar los goles y no les importará”.
“Pero debemos cambiar tu nombre por algo más majo,
¿Qué te parece como suena Marcelo Araujo?”.
Así es como Gargamel entró al mundo del periodismo,
desde entonces ya nada volvería a ser lo mismo.
De su maldad inherente hizo una marca registrada,
y con sus comentarios mal intencionados quiso caer bien a la hinchada.
En los partidos de Boca o River era parcial,
ya que su veletismo era algo especial.
Con las cosas que decía parecía que se tomó una raya,
sin olvidad su inmortal dicho: “¡¿Estoy crazy Macaya?!”.
Orgulloso de ser los únicos en pasar los goles estaba,
y no dejada de recordarlo allí por donde pasaba.
De juntarse con el poder tenía la capacidad,
del Carlo y Don Julio contaba con su amistad.
Pero el tiempo lo fue desgastando,
al pedir un aumento lo echaron disparando.
Pasaron los años y de Gargamel no se tenía novedad,
hasta que Clarín y el Gobierno comenzaron su enemistad.
Como golpe maestro al grupo los derechos le sacaron,
y con el padrino del fútbol las cosas confabularon.
Gargamel sin perder tiempo pidió el nuevo trabajo,
lamería botas, no importa que tan bajo.
Haciendo borrón y cuenta nueva, por una buena tarifa,
llamaría a Grondona: “El Kirchner de la FIFA”.
Y así sigue en el ruedo sin diferenciar nombres,
porque aún ve pitufos azules, en lugar de jugadores.

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